Existe un lugar en elhemisferio norte donde el verano no abrasa las calles, no te quema la piel, no te deja con ese anhelo constante de sombra. Un lugar donde la estación calurosa (o muy calurosa) es, por el contrario, una caricia fresca, un paisaje que parece salido de un sueño nórdico, con nubes bajas persiguiéndose entre acantilados verdes y mar gris acero.
Este lugar es el archipiélago de las Islas Feroe, y fue allí donde decidí refugiarme, mientras en el resto del hemisferio norte el verano era la estación del calor excesivo, el sudor, la arena y el hacinamiento.
Buscaba frescura. Encontré otro mundo. Cuando pensamos en el verano en el hemisferio norte, imaginamos automáticamente playas griegas, ciudades de arte calurosas, cerveza caliente en una plaza soleada. Pero si trazas un arco hacia el norte, más allá de Escocia, entre Islandia y Noruega, te das cuenta de que existe otro tipo de verano.
Un verano silencioso, suspendido entre nubes y hierba húmeda.
Las Islas Feroe son dieciocho fragmentos de tierra perdidos en el Atlántico Norte, autónomos pero bajo la corona danesa. La temperatura aquí en julio no supera los 15°C, y a cambio tienes dieciocho horas de luz diurna. La naturaleza lo domina todo: acantilados que parecen esculpidos por el viento, cascadas que caen directamente al océano, ovejas que superan en número a los habitantes.
A pie, bajo la lluvia, con una sonrisa
Caminar por las Islas Feroe es como hacerlo por un libro de antiguas sagas. En las islas de Kalsoy y Mykines, los senderos atraviesan las montañas y llegan hasta el vacío, donde puedes sentarte a contemplar a los frailecillos zambullirse en el mar embravecido, mientras el viento agita tus pensamientos.
No hay calor que te quite el aliento, ni muchedumbre que ocupe tu espacio. Sólo silencio, musgo, mar y cielo.

La gente te mira a los ojos. El tiempo también.
Los pueblos feroeses parecen detenidos en el tiempo. Casas de madera con tejados de hierba, porches de colores, barcas sacadas del agua.
La gente es reservada, sí, pero sincera. En un diminuto pub de Tórshavn, la capital más tranquila de Europa, me sirvieron cerveza artesanal elaborada con agua de lluvia, y un plato de cordero ahumado al estilo tradicional: sabores fuertes, como la tierra que los genera.
Aquí el tiempo no se mide en horas, sino en nubes que pasan, en montañas que respiran, en paisajes que cambian al ritmo del cielo.
Dónde dormir en las Islas Feroe: tejados de hierba y vistas al océano
En las Islas Feroe, la bienvenida es discreta pero cálida. Puedes elegir entre pensiones tradicionales con tejados cubiertos de hierba, B&B familiares en pueblos remotos u hoteles boutique pintorescos en Tórshavn.
Una opción popular es la pensión Gjáargarður, en Gjógv, un pueblo espectacular enclavado en las montañas, perfecto para hacer senderismo.
Si quieres despertarte con el sonido del mar, busca alojamiento en las islas más expuestas, como Mykines o Vágar, siempre que no temas el aislamiento.
Consejo personal: reserva con mucha antelación, sobre todo entre julio y agosto, porque las instalaciones son escasas.
Cómo llegar a estas islas olvidadas pero besadas por Dios
Llegar es más fácil de lo que parece: vuelas a Vágar, con escalas en Copenhague, Edimburgo o Bergen. Luego conduces por los alrededores, a través de túneles submarinos y carreteras panorámicas que te dejan sin aliento. A algunas islas sólo se puede llegar en ferry o helicóptero, pero eso forma parte del juego. El aislamiento forma parte del encanto.
¿Mi consejo? No hagas demasiados planes. En las Islas Feroe, hasta el tiempo tiene mente propia. Déjate guiar por las nubes, el viento, un rayo de luz que te invita a salir justo cuando creías que te quedabas en casa.

El verano boreal más fresco de la historia
Viajar en verano en el hemisferio norte no significa necesariamente enfrentarse al calor. Las Islas Feroe son la prueba viviente de que existe otro verano: verde, húmedo, salvaje, vivo.
Un verano para los que buscan silencio, belleza en bruto, autenticidad.
Un verano para los que quieren redescubrir el sentido del tiempo.
No me traje a casa un bronceado. Pero sí me traje el viento en el pelo, la lluvia en la cara, el paisaje en los ojos. Y la sensación de haber vivido una estación como ninguna otra.
Información práctica
- Cuándo ir: de junio a agosto, los días son largos y las temperaturas estables (pero nunca altas).
- Desplazamientos: se recomienda alquilar un coche. Carreteras seguras, poco tráfico.
- Qué llevar: ropa impermeable, calzado de montaña, cámara de fotos. Y ganas de descubrir.
- Sitio web oficial para organizar viajes: Visita las Islas Feroe

El verano ideal para los amantes de Elsewhere
Si el clásico verano y el calor estival te han cansado, si buscas frescor no sólo en el clima sino también en tu alma, entonces las Islas Feroe son la respuesta.
Las Islas Feroe son mi verano secreto, el que no te quita la energía sino que te la devuelve. Y puede que, si vas allí, nunca quieras volver.

